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Yoss: cuatro letras bien pensadas para el impacto, vocal solitaria entre tres consonantes. Lo lees y especulas que pudiera ser el nombre de un grupo de rock. O una nueva marca de ropa deportiva, de desodorante, o sabe Dios qué cosa nueva que pretenden venderte a toda costa sin que tengas la menor necesidad de comprarla.
Pero a lo mejor de todos modos miras las fotos y sigues leyendo.
Con que escritor y de Cuba; Yoss es el seudónimo tras el que se esconde un muy hispano José Miguel Sánchez.
Y su aspecto a primera vista parece hasta demasiado convencionalmente rockero de los ochenta para que pueda ser auténtico. ¿Escritor, así? Melena, muñequeras, botas, tatuajes, jeans ceñidos, t-shirts sin mangas, todos esos remaches y calaveras. Huele a personaje fabricado desde una milla de distancia, tal vez el protagonista de alguna nueva y absurda película de Hollywood, tipo Rock Star.
Pero a lo mejor eres uno de esos individuos curiosos que no deja ninguna intriga sin resolver y sigues leyendo. Ah: además canta en un grupo de metal cubano… ¿Hay rock en la tierra de la salsa?
¿Y escribe ciencia ficción? ¿la literatura del cambio, de las ideas audaces, en una isla que hace medio siglo se aferra al concepto de que la Revolución, así con mayúscula, ya se hizo y hay que conservarla a toda costa? ¿en un paisito subdesarrollado del Caribe que se niega a ser un simple destino turístico, que insiste en funcionar según ese concepto económico y sociopolítico ya tan desprestigiado que llaman socialismo?
Pues sí. Yoss soy yo: cubano, rockero, y escritor.
La ciencia ficción es mi manera de evadir la censura; cuando hablo de problemas que ocurren en el siglo XXIV, en realidad se trata de una simple extrapolación de los de hoy mismo. Escribí Se alquila un planeta (A Planet for Rent) entre 1995 y 1997, en pleno Período Especial, cuando la caída de la Unión Soviética y el campo socialista dejó al garete a la economía cubana, y la apertura del país al turismo capitalista fue una de las pocas alternativas al colapso total. Alquilar una isla, una Revolución, y guardarse en el bolsillo una retórica nacionalista hasta que volvieran tiempos mejores. Prostituir una nación. Y los que por años oímos a nuestro líder desgañitarse jurando que nunca renunciaría a nuestras conquistas, descubrimos que todo era cuestión de oportunidad. Oportunismo patriótico.
Escribí el libro desde la rabia y la decepción, y se publicó en 2001, en España, y luego en 2011, en Francia… pero hasta la fecha no ha aparecido en Cuba.
He publicado algo de realismo, de humor, de divulgación científica, y hasta de crítica… pero sobre todo ciencia ficción: la literatura de las consecuencias, del adónde nos puede conducir mañana cada decisión del hoy.
Escribir sobre la realidad de Cuba, sin paños tibios ni paternalismos, sin ensañamientos resentidos ni militancias políticas de izquierda, de derecha o siquiera ambidextras, es un asunto complicado. La mayor de las Antillas vive hoy una realidad como no hay otra igual en este siglo XXI después del fin de la historia proclamado por Francis Fukuyama; la de un país que dejó de ser socialista por la fuerza sin alcanzar a ser capitalista, porque no les da la real gana a sus ancianos líderes… y nosotros, su pueblo, seguimos sin tener voz ni voto en el asunto. Ni siquiera podemos escoger a nuestros nuevos amos: ¿chinos, brasileños, o venezolanos?
No voy a poner aquí mi currículum. Un amigo dijo una vez que ya tengo más premios que un gallo plumas en la cola. Sólo diré que este 2014 se cumplen veinte años desde que decidí que viviría, como decimos en Cuba, del cuento: que sólo me dedicaría a escribir, sin trabajar para el estado, ni para nadie más.
En Cuba no se puede planificar el mañana, y mi vida se parece a la marcha de Tarzán por la jungla, de liana en liana, y debajo leones, leopardos, cocodrilos. Voy de premio en derecho de autor por libro, de pago por conferencia en pago por jurado… sólo que a veces se me parten las lianas y caigo y me muerde la fiera del hambre. Sobrevivo de lo que escribo sólo porque resido en Cuba, donde cien dólares aún son suficiente presupuesto para un mes entero. Decidí no tener hijos; no fumo ni bebo café o alcohol, y obviamente no gasto mucho en vestuario (las botas son baratas). En fin, puedo ser austero y apretarme el cinturón, pero… ¿cómo explicarle a un niño que no habrá juguetes este mes porque papá no ha logrado vender ninguna historia?
Escribo cuentos, novelas, artículos, reseñas, monólogos, de todo menos poesía; la respeto demasiado. Paso, sin que me parezca un gran esfuerzo, entre cinco y seis horas cada día sentado al teclado de la computadora, sobre todo en la tarde y la noche: de mañana voy al gimnasio. Mente podrida en cuerpo sano.
Nací en 1969. Estudié y me gradué de Biología (en 1991) porque quería que mi ciencia ficción tuviera una base realmente científica… y porque, sinceramente, al principio dudaba de que pudiera vivir de lo que escribía, ¿y si no era lo bastante bueno? Ahora ya estoy seguro. Puede que muera sin haber publicado una obra maestra… pero, aunque tampoco seré Isaac Asimov con sus cuatrocientos títulos, espero que se me recuerde por unos cuantos buenos libros. Hasta el momento tengo publicados veintisiete, contando las antologías que he recopilado, y eso sin incluir traducciones. No está mal.
Me gusta mi país y la forma de ser de la gente que aquí vive, aunque tolere mal el calor y prefiera el frío. Salvo un período entre 2000 y 2004 en que, casado con otra cubana, pasé la mayor parte del tiempo a su lado en Roma, siempre he vivido en La Habana. No quiero emigrar; este es mi país, y si algo anda mal (muchas cosas, creo), siento que mi deber es contribuir a mejorarlo con mis propias armas: las de la literatura. La violencia sólo sirve para cambiar una dictadura por otra.
Desde los once años, cuando el José con el que me bautizaron mis padres se convirtió en Yoss, primero apodo entre amigos y luego nom de plume, soy rockero. Toda una actitud en Cuba, que por años denostó de esa música como ruido estridente, creado por el enemigo sólo para desestabilizar ideológicamente a los jóvenes y apartarlos de la verdadera lucha… y de paso del son autóctono. La policía me detuvo muchas veces por llevar el cabello largo y vestir como visto, y todavía de vez en cuando me vetan aparecer en algún programa de TV por mis tatuajes y mi melena. Están en su derecho… pero no esperen que me ponga corbata y recoja el cabello para parecer más convencional.
Un sueño realizado: tras toda una vida escuchando rock, desde 2007 soy vocalista de la banda de rock Tenaz, y también me las arreglo más o menos con la armónica. No seré un gran solista, pero estar en el escenario y cantar, ver en los rostros de que los que me oyen su aceptación o desaprobación, es mágico.
Adoro la espeleología, y viajar con un puñado de amigos—mochila al hombro, cuchillo, y cantimplora al cinto, a campo traviesa, por la isla o otras partes. También me gustan las fiestas donde la mitad de la gente no sabe quién es la otra mitad y nadie imagina lo que puede pasar, ni con quién.
Dejando aparte leer, el sexo (hetero estricto… hasta hoy, al menos), y beber Coca-Cola como si fuese agua, creo que no tengo vicios. Pero no por esa estoica (para los demás) abstinencia soy un intolerante fundamentalista que en nombre de los derechos de los abstemios o los fumadores pasivos estigmatiza a todos los que no comparten mi credo personal de salud.
Adora los deportes de combate y las artes marciales; he practicado y aún practico varias con gran entusiasmo y, lo admito, más bien mediocres resultados: boxeo, judo, kárate-do, aikido, kendo, wushu, savate, esgrima occidental con sable. Puedo defenderme, pero no soy un tipo agresivo. Tampoco un fanático extremista de la forma física, aunque sea capaz de correr doce kilómetros en cincuenta minutos, hacer diez repeticiones con 110 kilos en press de banca, y mis brazos midan quince pulgadas. Voy al gimnasio dos horas al día, cinco veces por semana, para compensar la dieta llena de dulces y helados que me apasionan, culpables de que nunca haya logrado definir los famosos cuadritos del abdomen.
Toda mi vida he tratado de poseer esa inalcanzable entelequia que se llama Cultura General Sólida, sabiendo siempre que mientras de más cosas uno pretenda saber, menos sabrá de cada una. Quizás el poder justificar de algún modo mi hambre de información sobre tantos temas es una de las causas por las que elegí ser escritor— una de las últimas profesiones generalistas en estos tiempos de hiperespecialistas que saben todo sobre nada.
¿Es esto todo Yoss? Sí y no. ¿Crees que me conoces ahora? Por supuesto que no; ni siquiera yo mismo me conozco del todo. Pero, si quieres saber más, ahí están mis obras. Lee, y ya me dirás.